Hoy a 14 de abril de 2012 la Constitución sigue sin cumplirse. Y según va pasando el tiempo, la ruptura con los poderes establecidos y amparados en ella es más clara por parte de un cada vez más amplio sector de la ciudadanía. Una vez que la Transición parece haberse agotada víctima de sus fracasos, pues no fue más que la Restauración de la monarquía expulsada por segunda vez en España, hoy la Constitución suena a cachondeo. Ni los partidos ni los ciudadanos sea cual sea su ideología se la creen, y si se quiere dar respuestas a la llamada crisis de civilización, que no es sólo económica y financiera, sino medioambiental, alimentaria, ética y política, sólo sería posible si la ciudadanía participa de una manera activa en un cambio radical de orientación a través de un proyecto que la implique como sujeto activo no como lo que es ahora: mero sujeto contemplativo. Porque este país necesita a una mayoría amplia que asuman esa tarea de saneamiento político y moral de la sociedad, que ejerzan de ciudadanos, con derechos y deberes. Hay que vertebrar políticamente un claro mensaje republicano simplificado en dos ideas: la Declaración de Derechos Humanos de la ONU y la Carta de la Tierra de 2000 porque la economía está dentro de la biosfera y no a la inversa y se tiene que supeditar a la defensa de los equilibrios del planeta y al interés general. La economía no puede reconstruir o reformar una sociedad, no es una ciencia de fines, ha de plegarse a los objetivos que le marque dicho interés general de la mayoría.
Habrá que ir pues en pos de un estado republicano, que haga del reparto de la riqueza un hecho constatable y esté al alcance de todos y que tenga como fin ético irrenunciable el cumplimiento de los derechos humanos. Pues tal y como transcurre nuestro destino en estos tiempos de decadencia absoluta si no afrontamos un cambio radical de sistema no alcanzaremos solución alguna. Ni hoy, ni mañana, ni pasado. Estamos inmersos en un proceso de decadencia sin solución y el problema radica en la propia estructura del sistema.
En este proceso reconstituyente el flujo ha de ir, por supuesto, de abajo arriba, donde la ciudadanía sea portadora y co-creadora del proyecto, que la gente sepa qué ejes contendrá esa futura Constitución: derechos humanos, paz, federalidad, laicidad, ambientalismo... pues se trata de crear un nuevo Estado cuyo referente formal sea la República. Este es el momento de hacernos republicanos pero de hacernos para esta concepción de República.
Pues si se hace de abajo arriba, si se crea esa identidad, llegará un momento en el que aumentará el voto nulo, blanco o la abstención, o se exija un referéndum, o se actúe en los ayuntamientos, en las calles y plazas, como se hace ahora mismo (movimiento 15M) y así se acabará por invalidarse la injusta legislación actual.
Pero la Republica que se plantea debe ser profundamente democrática, sin fisuras. Y esta democracia debe ser sinónimo de igualdad, pleno empleo, justicia, salud, medio ambiente protegido de verdad...
Y con un proceso de abajo arriba constituyente de una sociedad totalmente al margen del aparato del Estado, el monarca debe entrar en jaque, pues conceptos tales como igualdad social, democracia, ética y libertad son incompatibles con la presencia de un soberano.
En un día como hoy está muy bien recordar la II República como referente, pero hay que hablar de una República para el siglo XXI y entrar en discusión sobre qué modelo de República queremos. Y como soñar no cuesta nada, imaginémonos, en un día como el de hoy, que nunca hubiera existido la dictadura fascista del general Franco… quizás siguiéramos pareciéndonos al resto de Europa: crisis, paro, políticos corruptos y aprovechados, mandan los bancos y vivimos a expensas de Estados Unidos, pero por lo menos, seguramente, podríamos estar orgullosos de tener una de las culturas más abiertas y avanzadas del planeta con una prensa crítica con el poder, organizaciones democráticas de base en barrios y municipios que participasen activamente en la vida política, igualdad de derechos con independencia de la orientación sexual o espiritual, legalización de la eutanasia y de las drogas blandas y una educación pública que fuera la envidia de Occidente… Y sobre todo no habría ningún español que pudiera acusar a su vecino de haber matado a su padre en una guerra o de haber sufrido su venganza durante 40 años.
Soñar no cuesta nada ¿verdad?
¡Viva la Res Publica!
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