La naturaleza, es sí misma, es un regalo para los sentidos. Bien lo supieron ver los pintores románticos del siglo XIX. Hoy, sobre todo en las ciudades, apenas somo capaces de percibirla, el cemento lo acapara casi todo. Y digo casi todo, porque a veces encontramos, si somos capaces de ver, cosas como las de la fotografía (perdón por su calidad pues está hecha con un teléfono móvil del paleolítico tecnológico) que nos deberían hacernos reflexionar (además de disfrutar) sobre aquello que observamos: podemos caer derrotados en mil batallas pero la guerra aún no está perdida...
Welcome to the Inopia.
Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.
Bueno, está claro que tú si eres capaz de ver la belleza donde está, buena reflexión. Este árbol me trae recuerdos del pueblo de donde soy, al norte de la provincia de Granada, el fuerte viento suele torcerlos a menudo, son árboles fuertes y bellos. Un saludo.
ResponderEliminarPues sí, solo hay que saber mirar y estar atento pues la belleza puede aparecer en cualquier parte. Este almendro sigue floreciendo todos los años a pesar de estar en medio de un polígono industrial. Medio caído, y hace un año rodeado de escombros, se resiste a dejar de existir, cosa que le agradezco de veras. Ahora esta verde y repleto de hojas tiernas.
ResponderEliminarBuena tierra Granada, en estas fechas debe ser todo un espectáculo, más si cabe después de todo lo que ha llovido.
Saludos desde el centro del la península.