La Naturaleza es un templo cuyos vivientes pilares, dejan a
veces escapar confusas palabras. El hombre posa allí a través de bosques de
símbolos, que lo observan con miradas familiares.
Como largos ecos que de lejos se confunden en una tenebrosa
y profunda unidad —vasta como la noche y como la luz— los perfumes, los colores
y los sonidos se responden.
Hay perfumes frescos como carne de niño, dulces como los
oboes, verdes como las praderas. Y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes,
que tienen la expansión de las cosas infinitas, como el ámbar, el almizcle, el
benjuí y el incienso, que cantan los transportes del espíritu y los sentidos.
Por Charles Baudelaire
Las Flores del Mal, traducción de Ulyses Petit de Murat. Ediciones DINTEL, 1959.
Las Flores del Mal, traducción de Ulyses Petit de Murat. Ediciones DINTEL, 1959.
No hay comentarios:
Publicar un comentario