Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

miércoles, 29 de enero de 2020

A PROPÓSITO DE EDUCAR.


Detrás de cualquier cambio social, de cualquier revolución, lo único realmente importante es el tipo de hombre que resultará de ello.
Antoine de Saint-Exupéry.

Tras las cosas tal como son hay también una promesa, la exigencia de cómo debieran ser. Claudio Magris, Utopía y desencanto.

Así como el maestro, cuya única “mano dura” debe ser la de la razón y el conocimiento, contribuye a la formación del ser, de un niño o niña en la democracia, en el respeto y en la libertad, un profesor tirano, dominador y violento, destruye dimensiones tan sagradas en la infancia, como son su autoestima, su confianza y su inocencia; y no importa que esta violencia se ejerza de una manera sutil, casi imperceptible pues la violencia se puede esconder bajo otras formas que no tienen por qué ser el capón, la bofetada, el tirón de patillas…
En el proceso educativo de una niña o un niño, es necesario que el adulto que ejerza esta función comprenda que su labor no es la de un mero “fabricante de niñ@s sistema”  sino la de un creador de estímulos que ayuden al desarrollo de ciudadanos librepensadores, responsables y críticos con el mundo que les rodea; es la de estar allí, en la cotidianidad, no solo enseñándoles filosofía, sino también a filosofar, no operaciones matemáticas de memoria, sino a entender que esta ciencia es también  necesaria para comprender la realidad . Estar allí con paciencia esperando que el fruto nazca, estimulando en el respeto, apoyando en las dificultades, trabajando en lo lúdico, con la comprensión, el apoyo y, otra vez, el respeto mutuo; porque solo así es posible generar el único espacio posible donde construir el sujeto humano. Deberá tener claro que el proceso educativo es un acto de construcción, y no de destrucción,  desde la comprensión y la aceptación de las diferencias de cada niñ@, en saber que dentro del estímulo y del juego todo es posible. Cuando este proceso deja de ser un acto constructivo, la mano del docente deja de ser seda para convertirse en garra apareciendo entonces la relación de posesión, de dominación, de autoritarismo (que no es sinónimo de autoridad), dando paso a la enfermedad más grave para la infancia: el miedo y la desconfianza.

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