Cansado de tanto soportar saltos, revolcones, maltratos varios, migas de pan y manchas de todo tipo concluyó que su paciencia había llegado al límite. No sabía muy bien como terminar con todas aquellas faltas de respeto y mala educación. Su noble procedencia, no obstante su abuelo había vivido hasta el final de sus días en un palacio perteneciente a uno de los Grandes de España, le impedía usar métodos que se pudieran considerar, digámoslo, poco elegantes. Pero su inquebrantable hasta entonces serenidad y buenas maneras habían tocado fondo. Desde ese mismo momento -pensó- que al menor atisbo de mal comportamiento acabaría de una vez, y para siempre, con tanto desorden e indisciplina. Sobre todo cuando lo que se ponía en juego era su bella piel y una tonalidad cromática que le habían hecho ganarse a pulso el honorable título de mueble más elegante del salón. Así, el viejo y respetado sofá de cuero, encogiendo todo lo que pudo sus elegantes y mullidas formas, tomó el impulso necesario para provocar la caída de bruces de aquellos odiosos y maleducados niños que tan poco respeto le tenían.
Welcome to the Inopia.
Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.
viernes, 14 de enero de 2011
Cuando se agota la paciencia.
Cansado de tanto soportar saltos, revolcones, maltratos varios, migas de pan y manchas de todo tipo concluyó que su paciencia había llegado al límite. No sabía muy bien como terminar con todas aquellas faltas de respeto y mala educación. Su noble procedencia, no obstante su abuelo había vivido hasta el final de sus días en un palacio perteneciente a uno de los Grandes de España, le impedía usar métodos que se pudieran considerar, digámoslo, poco elegantes. Pero su inquebrantable hasta entonces serenidad y buenas maneras habían tocado fondo. Desde ese mismo momento -pensó- que al menor atisbo de mal comportamiento acabaría de una vez, y para siempre, con tanto desorden e indisciplina. Sobre todo cuando lo que se ponía en juego era su bella piel y una tonalidad cromática que le habían hecho ganarse a pulso el honorable título de mueble más elegante del salón. Así, el viejo y respetado sofá de cuero, encogiendo todo lo que pudo sus elegantes y mullidas formas, tomó el impulso necesario para provocar la caída de bruces de aquellos odiosos y maleducados niños que tan poco respeto le tenían.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario