Llueve mansamente y sin parar, llueve sin
ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida, rememora Mario. Mario
tiene 80 años y se siente cada vez más inútil, sobre todo desde la última
operación de rodilla. Su enorme cuerpo y sus más de cincuenta años de trabajo
en la construcción castigan sin piedad sus articulaciones, por no hablar de
otras secuelas, de esas que no se ven. Menos mal que Petra está siempre cerca,
siempre pendiente. Petra es la mujer de Mario, a la que sigue queriendo tal vez
por necesidad o por rutina. Pero qué más da a estas alturas de la vida, piensa
Mario mientras observa la lluvia a través de los cristales, aunque últimamente
trate de no pensar demasiado, tan solo dejar pasar el tiempo y esperar.
Golpea ahora la lluvia los cristales con
más fuerza. Mario todavía espera a que su mujer le sirva el desayuno, le ayude
a vestirse, a asearse. Pero Petra permanece aún en la cama, en silencio. Mario
seguirá esperando, sin ganas pero con infinita paciencia.
Versión de mi otro relato "Cuando la rutina se quiebra" para participar en el concurso de microrrelatos de la Fundación Pública Gallega Camilo José Cela, que podéis leer también en el enlace:
http://microrrelatosfcjc.com/relato/llueve-/#relato-llueve-
http://microrrelatosfcjc.com/relato/llueve-/#relato-llueve-
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