Pasó por varias cárceles y compartió cautiverio con
escritores como Antonio Buero Vallejo. Comenzó a aficionarse a la lectura con
algunos libros que circulaban por el penal, clásicos españoles
autorizados como Quevedo o Lope de Vega. Pero también logró hacerse con
los versos prohibidos de Miguel Hernández, poeta encarcelado por el franquismo
y que acabaría muriendo en prisión, o Federico García
Lorca, fusilado por el bando golpista.
Tras años de cautiverio, comienza a escribir. A los 33 años
redactó su primer poema y adoptó como seudónimo los nombres de sus padres,
Marcos y Ana. Sus versos logran traspasar, escondidos, los barrotes de la
cárcel y se convierten en un símbolo de la lucha contra la dictadura.
En su recuerdo, dejo esta versión de Extremoduro de uno de sus poemas más conocidos:
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