Acabo de terminar Verano, la tercera y última hasta la fecha novela utobiográfica del escritor sudafricano y premio Nobel de literatura John Maxwell Coetzee. Anteriormente había leído Desgracia, siendo esta novela la que me "enganchó" a seguir con la lectura de este magnífico escritor, por lo que no tardaré mucho en proseguir con el resto de la obra creativa de Coetzee.
En Verano, a diferencia de las anteriores entregas del proyecto autobiográfico Escenas de una vida de provincias, Infancia y Juventud, (las cuales aunque he leído sobre ellas no he tenido todavía la oportunidad de leer al completo) Coetzee sigue con la reconstrucción de su biografía con las opiniones de cinco personas que lo conocieron durante aquellos años, cuatro de ellas mujeres con las que tuvo relaciones. Para construir la trama imagina que está muerto y que un biógrafo está tratando de retratar cómo era su vida en la época en la que escribió sus dos primeros libros, Tierras de Poniente y En medio de ninguna parte, entre 1971 y 1977. El biógrafo tiene que trabajar con sólo unos fragmentos de memorias; algunos que quizá no son fiables. De modo que parte en busca de personas que conocieron a Coetzee en aquellos años para entrevistarlos. La mayor parte de la novela consiste en las transcripciones de dichas entrevistas.
Es esta, pues, una novela camuflada de autobiografía o autobiografía camuflada de novela se nos propone un excelente ejercicio literario y, a la vez, un juego divertido. A partir del proyecto que prepara un periodista para elaborar la biografía de Coetzee al poco tiempo de su muerte, se nos va mostrando por medios de una selección de entrevistas a cinco personas que conocieron al famoso difunto escritor las opiniones y las anécdotas vividas. Así el periodista entrevista a una amante que tuvo, Julia, que no tiene muy buena opinión de él: “Dos autómatas inescrutables, cada uno de los cuales mantiene un inescrutable comercio con el cuerpo del otro: así me sentía en la cama con John. Dos empresas independientes en marcha, la suya y la mía. No puedo decir cómo era su empresa conmigo, pues me resultaba opaca. Pero para resumir: el sexo con él carecía por completo de emoción”. La siguiente en entrevistar es a suprima Margot: “¿Por qué será que el cuerpo de su primo no la calienta? No solo no la calienta, sino que cree extraerle su propio calor corporal. ¿Es por naturaleza incapaz de emitir calor como es asexuado?”. Entrevista a una brasileña emigrante en Sudáfrica, profesora de baile latino, Adriana, cuya hija lo tiene como profesor de inglés: “Pero le faltaba una cualidad que una mujer busca en un hombre, una cualidad de fuerza, de virilidad; No, no era neutro, solitario. No estaba hecho para la vida conyugal (…) ¿Cree que debería sentirme halagada porque quiere que aparezca en su libro como la amante de Coetzee? Se equivoca. Para mi ese hombre no era un escritor famoso, no era más que un profesor y, además, un profesor sin título” El siguiente es Martin, profesor con el que compitió y perdió, por una plaza de enseñante. Termina con Sophie, la amante que resulta más comprensiva con el nobel sudafricano.
A partir de los relatos de los entrevistados Coetzee organiza una mirada cargada de cruel humor autocritico sobre sí mismo, además de ir dejando sobre algunas de las páginas el más sincero y ácido análisis de su país, el apartheid, el desarraigo de sus habitantes que, por mucho que se reclamen hijos de esa tierra, nunca lo serán. Otro de los aspectos importantes en los Coetzee fija su análisis son la gente común, como su padre y de la relación con él, algo que parece obsesionarle: “No, claro que John no quería a su padre, no quería a nadie, no estaba hecho para amar. Pero tenía un sentimiento de culpa con respecto a su padre. Se sentía culpable y, en consecuencia, cumplía con su deber”. Tampoco escapa de su despiadado juicio él mismo, pasando por alto su faceta literaria para centrarse en un tipo paleto, soso, poco atractivo para las mujeres, de escasas palabras y tan vulgar y simple en lo humano como cualquiera de los habitantes de Ciudad del Cabo.
Por tanto estamos ante una original y sorprendente autobiografía de uno de los escritores más importantes de nuestro tiempo que desmitifica el rol de escritor de exito descendiéndolo a la tierra. La árida y dolorida tierra de Sudáfrica. Un cambio de registro en uno de los autores que, según todos los críticos, mejor han sabido plasmar la soledad, el dolor y la amargura del ser humano donde un espléndido Coetzee se rié de sí mismo aunque deslice, a través de ese género literario que es la falsa entrevista, pensamientos demoledores sobre él su familia y su tierra: “Teníamos un derecho abstracto a estar allí, un derecho de nacimiento, pero la base de ese derecho era fraudulenta. Nuestra presencia se cimentaba en un delito, el de la conquista colonial, perpetuado por el apartheid. Nos considerábamos transeúntes, residentes temporales, y en ese sentido sin hogar, sin patria”. Pura declaración de principios coetzianos.
Por tanto estamos ante una magnífica novela autobiográfica de ficción que recomiendo fervorosamente.
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