CUANDO LA SUERTE ESTÁ ECHADA.
Jugarse la vida a cara o cruz es como desafiar a la ruleta rusa pero sin pistola. Da igual el método: lanzar una moneda al aire, tirar los dados, echar las cartas, jugar a los chinos… Si la partida es humana quedarás en manos del azar. Cincuenta por ciento de probabilidades a favor, cincuenta en contra. Pura ley matemática de probabilidades. Pero cuando crees que por usar otro método confiándoselo todo a las leyes de Murphy, la suerte va a estar de tu lado, también te equivocas: lanzar una tostada al aire creyendo que caerá por el lado de la mantequilla es una buena jugada siempre y cuando el contrincante no sea el mismísimo Dios.
ÚLTIMO DESEO.
La situación era bastante difícil. Que te pillen con la mujer de otro en la cama, y que ese otro lleve una pistola con la que te apunta a la cabeza, no deja muchas salidas. Salvo si te conceden un último deseo antes de morir. No sé muy bien a que vino tamaña estupidez, pero lo cierto es que allí estaba, en pelotas, junto a la mujer de otro, en aptitud “poco decorosa” y con el cañón de un revólver pegado a mi sien pensando en cuál sería mi último deseo.
No lo dudé mucho no fuera a arrepentirse mi accidental verdugo. Así pues, confirmando antes, aunque fuera llamémoslo así poco elegante mi petición, si sería concedida, le pedí a mi verdugo que no fuera yo el ajusticiado si no su mujer. Tras dudar unos segundos, el pistolero disparó primero a su mujer y luego a mí. Preguntado antes de viajar al otro mundo el por qué no se me concedió el deseo, la respuesta fue rápida y sencilla:
-También le pregunté a mi mujer y me pidió que el ajusticiado fueras tú. No me quedó más remedio que mataros a los dos-.
desde trinchera digital. soy Grándola.
ResponderEliminarEs muy interesante lo que he leido en este sitio. Gracias por el buen rato que he pasado: con los microrelatos... Salud