Siento gran emoción cuando veo las calles, avenidas y plazas de Egipto abarrotadas de ciudadanos y ciudadanas pidiendo pan, dignidad, libertad y democracia. Antes lo pudimos ver en Túnez. Y siento también una franca envidia ¿qué nos hace falta a nosotros, ciudadanos y ciudadanas del estado español para salir a la calle? Es evidente que nuestra situación no es ni mucho menos parecida (aunque tuvimos 40 años para salir a la calle y expulsar a nuestro dictador más reciente y dejamos que muriera en la cama), pero ¿no es motivo suficiente para salir a la calle la tasa brutal de desempleo, una educación con un índice de fracaso escolar y abandono de los más bajos de la UE, la corrupción política que no cesa, la inoperancia e ineptitud de nuestros gobernantes y opositores, el que los bancos sigan beneficiándose de una crisis provocada (en parte) por ellos, la falta de expectativas laborales y, sobre todo, el pesimismo en el que nos han instalado los que manejan los hilos del Sistema?
Por supuesto se le pueden sumar más motivos pero creo que estos serían suficientes como para provocar un estallido popular (que poco me gusta esta última palabra) que nos despertara y nos sacara de este “pasotismo” en el que nos hemos instalado. Es realmente terrible pensar en lo que puede impulsar a una persona a inmolarse como lo hizo el joven tunecino que prendió fuego a su cuerpo en plena calle para, ante las autoridades del pueblo donde residía, pedir justicia. Y como una macabra reacción en cadena, otros también han seguido su ejemplo en Egipto o Mauritania.
Tenemos mucho que aprender de los “parias” de la Tierra que, ante la desesperada miseria en la que viven, se levantan y al menos gritan y son capaces de agitar las conciencias de nuestro acomodado y anestesiado primer mundo.
Tenemos mucho que aprender de los “parias” de la Tierra que, ante la desesperada miseria en la que viven, se levantan y al menos gritan y son capaces de agitar las conciencias de nuestro acomodado y anestesiado primer mundo.
Pero siento también vergüenza por cómo se miran los acontecimientos desde Occidente. Ni condenas explícitas ni apoyo al pueblo que se manifiesta democráticamente en las calles. Sin hablar de todos estos años en los que se ha tratado con beneplácita condescendencia a ambos regímenes. Por fin hoy, sin ir más lejos, se ha expulsado de la Internacional Socialista tanto al partido del ex presidente tunecino Zine el Abidine Ben Ali como al del todavía presidente egipcio Mubarak ¿cómo podían pertenecer a una institución supuestamente socialdemócrata semejantes sátrapas?
Por otro lado, me invade también la duda pues ha habido claros ejemplos de revoluciones en los países que profesan el islam que no son modelos a seguir (sin ir más lejos la ocurrida en Irán en 1979 que trajo consigo un régimen dictatorial y teocrático) y que sus resultados revolucionarios no fueron ni mucho menos democráticos. Por tanto, espero y deseo que los gritos de egipcios y tunecinos pidiendo “pan y democracia” no se transformen en “burka y teocracia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario