Para empezar, decir que como bien se apunta en la valoración que hace ecologistas en acción: ”De estos comicios salen dos opciones de salida a la crisis social, ambiental y económica claramente reforzadas. Por un lado las encarnadas por el PP, que se caracterizan por medidas neoliberales. Por otro lado las que se han expresado en las acampadas y movilizaciones desde el domingo 15 de mayo, que buscan una democracia real y una salida justa, solidaria y sostenible a la crisis” (http://www.ecologistasenaccion.org). Con la que me siento plenamente identificado, pero además se puede extraer de los resultados electorales, de igual modo, que una de las subidas más espectaculares que se ha registrado en estas elecciones ha sido la de los votos nulos y en blanco, que han totalizado cerca de un millón. Quiere decir que un 4,24% de los electores se han declarado insumisos hacia el voto a cualquiera de los partidos que se presentaban, representando un crecimiento de un 37% con respecto a los anteriores comicios, y eso sin contar la más que probable insumisión electoral ejercida en la abstención que ha sido de un 33,8%. Cabe pensar que algo habrá tenido que ver las movilizaciones y acampadas urbanas surgidas del movimiento 15M, cuyo leitmotiv era, recordemos, la exigencia de una regeneración democrática del sistema político y económico actual. Con todos estos datos en la mano se podría decir que la indignación ciudadana se ha convertido en el cuarto poder detrás de partidos tan poderosos como PP, PSOE y IU (este último bien es verdad que un poco menos, poderoso me refiero).
Siguiendo con la reflexión que hacen ecologistas en acción podemos concluir que “el PSOE es el indiscutible perdedor de estas elecciones. Un partido que ha puesto en marcha medidas fuertemente antisociales y antiambientales ante la crisis, a la que vez que mantenía un discurso pretendidamente progresista. La ciudadanía parece apostar por las opciones más coherentes, retirando el voto al PSOE. Así ha optado por quienes no esconden su cara neoliberal ni corrupta, como el PP; o bien por las prácticas y discursos rupturistas y emancipadores, como los expresados en las fuertes movilizaciones ciudadanas de esta última semana”. Pero el batacazo electoral del PSOE no es causa de estas movilizaciones ciudadanas sino más bien consecuencia. Porque el PSOE no solo ha fracasado en el intento de aparentar mediante evidentes poses mediáticas su pretendido corte socialdemócrata, sino que ha impulsado las reformas de signo neoliberal más a la derecha, desde Felipe González, con un más que notable fracaso.
Así, el peor resultado de la historia del PSOE no se debe a un voto masivo al PP (que ha cosechado solo un tercio del millón y medio de sufragios perdido por el PSOE) sino a que un amplio sector ciudadano con preocupaciones sociales ha visto cómo Zapatero abandonaba, sin vergüenza alguna, el presunto discurso de izquierdas que le hizo alzarse con la victoria en dos legislaturas para precipitarse por el camino del economicismo más radical, el mercado sin control alguno y permitiendo la irresponsabilidad y abuso de los poderes económicos y financieros.
Por el contrario, el movimiento del 15M, nos empuja a una reflexión política alejada de cualquier etiqueta partidista, reclamando algo tan obvio como que la política debe definir el marco jurídico, social y económico en el que se debe desenvolver la actividad del mercado y no a la inversa y que la función del Estado no es proporcionar a los banqueros los medios para hacerse más ricos, sino establecer las medidas de control oportunas para que los poderes financieros no tomen al ciudadano como una mercancía más. Porque son ellos y solo ellos los que han provocado una crisis que hemos terminado pagando los que la padecemos.
Una crisis provocada por la codicia financiera y la burbuja inmobiliaria que debería haber deslegitimado cualquiera de las medidas neoliberales propuestas en su origen y por, el contrario, haber elaborado un discurso que explicara las causas de la crisis y señalara a los responsables. Pero como se ha hecho lo contrario, los mercados han visto fortalecidos sus ímpetus imperialistas al ver como los que, supuestamente nos deberían haber protegido de estos desmanes, han sucumbido, con una naturalidad que asusta, a sus exigencias. Porque si los mercados no están controlados por el poder democrático se incapacita a los ciudadanos a poder protegerse en asuntos macroeconómicos, que son a la postre lo que marcan los designios de la microeconomía, la que afecta más directamente a sus bolsillos.
Bienvenida sea por tanto, de nuevo, y tras más de dos milenios el ágora griega, donde parafraseando el famoso discurso fúnebre puesto en boda de Pericles por Tucídedes: “Arraigada está en ellos la preocupación de los asuntos privados y también de los públicos; y estas gentes, dedicadas a otras actividades, entienden no menos de los asuntos públicos. Somos los únicos, en efecto, que consideramos al que no participa de estas cosas, no ya un tranquilo, sino un inútil, y nosotros mismos, o bien emitimos nuestro propio juicio, o bien deliberamos rectamente sobre los asuntos públicos (…) También poseemos ventajosamente esto: el ser atrevidos y deliberar especialmente sobre lo que vamos a emprender; en cambio en los otros la ignorancia les da temeridad y la reflexión les implica demora”.
Pues será pertinente renovar hoy el gesto platónico con un renacer del debate público, porque aunque nuestro mundo no es el de Platón presenta, sin embargo, algunas semejanzas muy sugestivas, pues también son más quienes sospechan que el eufemísticamente denominado, a comienzos de los años 90, “nuevo orden internacional”, es un desorden colosal cerniéndose sobre nosotros la amenaza del caos. Los mecanismos políticos vigentes, por tanto, se revelan no ya incapaces de modificar el estado de cosas sino, en ocasiones, tan siquiera de contenerlo razonablemente. ¿Será insensato proponer de nuevo intervenir en lo político desde un escenario distinto? y ¿cabe esperar de ello algún éxito? Porque aunque Platón fracasara rotundamente en su apuesta por la razón sirviendo únicamente a la postre para que los aspectos más aviesos del ejercicio del poder, sin dejar de florecer, se encubrieran y oscurecieran, disimulándose con mayor eficacia, esperemos que aprendiendo del pasado sepamos instaurar un futuro, al menos, más humano, libre, igualitario y democrático. Somos, al fin y al cabo, enanos sobre los hombros de gigantes.
Saludos desde la Inopia, lugar hermanado con cualquiera de las plazas del estado donde la reflexión y el diálogo son las únicas monedas de cambio.
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