Para que no
sucumbas
ante lo
incierto
de este
laberinto
de salidas
ocultas
te descubro
el hilo
al que
agarrarte.
Porque sí,
reconozco
que también estuve
allí
donde se
pierden
los
silencios
y, como Teseo,
también
vencí
al
minotauro.
Apoya pues
tus manos
sobre las mías,
con mi
cuerpo
unido al
tuyo
recorriendo
el caos
a través
del tiempo
(y del
espacio),
fundidos
en la
inquebrantable unidad
que siempre
fuimos.
Después,
después iniciaremos
juntos
la reconstrucción
de la
cadencia,
del acto de
fe,
del sueño,
de la razón
y, acaso
(en un último y desesperado impulso),
de la sencilla
felicidad.
Me ha encantado. Mi vida también es a veces un laberinto y siempre es reconfortante tener a alguien cerca que te ayude a encontrar la salida.
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