Otro día más, piensa Mario al levantarse.
Mario tiene 80 años y se siente cada vez más inútil, sobre todo desde la última
operación de rodilla. Su enorme cuerpo pesa demasiado para tan desgastadas
articulaciones. Los más de cincuenta años de trabajo en la construcción le han
dejado muchas secuelas, por dentro y por fuera. Menos mal que Petra está
siempre cerca, siempre pendiente. Petra es la mujer de Mario, a la que sigue
queriendo tal vez por necesidad o por rutina, pero qué más da a estas alturas
de la vida. Esto último lo piensa Mario a menudo. Pero últimamente trata de no
pensar demasiado. Tan solo dejar pasar el tiempo y esperar.
Sí, es un día más en la vida de Mario,
pero hoy la mañana escupe un grito que
se ahoga contra el silencio de una radio que no debiera estar apagada. Todavía
en pijama espera a que Petra le sirva el desayuno. Pero lleva más de una hora
sentado junto a la mesa de la cocina y Petra no enciende la radio, no pone a calentar
la leche. Hoy no se levantó antes que él.
A la hora en la que el sol calienta con la
rutinaria violencia de un día de verano, Mario todavía espera a que su mujer le
sirva el desayuno, le ayude a vestirse, a asearse. Pero Petra permanece aún en
la cama, en silencio. Mario seguirá esperando.
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