1.
EN RACHA.
Puede que mañana lo mandara todo al carajo, pero hoy no, más cuando la
buena suerte parecía estar de su parte. Con tres ases y una escalera de color
en las dos últimas partidas creía haber empezado por fin su buena racha y necesitaba
dinero, necesitaba ganar más partidas, necesitaba la compañía del buen fario un
poco más, no podía abandonarle ahora que la suerte le había tomado de la mano.
Del póker paso al blackjack, luego a los dados… La noche iba viento en popa
por lo que decidió probar fortuna con la ruleta rusa. Giró el cargador
aproximando el cañón a su cabeza, contó hasta tres y apretó el gatillo. Su dinero
y su vida apostados a una sola bala. Quizás fuera hoy...
2. SIN NINGÚN ATISBO DE ARREPENTIMIENTO.
Quizás mañana cuando el mañana no existe es el peor de los insultos, le
dijo al tipo que le sirvió un menú compuesto de caviar ruso y mousse de pato.
Había pedido también champagne francés y una botella de Imperial Gran Reserva
del 2004. Pero estas dos últimas cosas no habían sido concedidas. Mientras
comía no trataba de pensar en nada, pero era imposible no masticar pasados,
presentes y futuros junto al mousse de pato. Toda una vida digerida en una última
comida antes del punto y final. Sus últimos pensamientos mientras comía fueron
para el tipo que se cruzó en su camino en un momento inoportuno. Y ahora estaba
aquí, en la celda 128, degustando un exquisito manjar sin ningún atisbo de
arrepentimiento.
3. ELLA DUERME DESNUDA.
Estoy cansada, anda duérmete cariño. Eso fue lo que me dijo antes de
girarse en la cama y darme la espalda. Me quedé mirando al techo como casi
siempre. Lo malo es que a oscuras no se ve un carajo. No podía dormirme así que
decidí soñar despierto. Soñaba que era joven y que la mujer que dormía a mi
lado también lo era. Y que hacíamos el amor en la cama, en el sofá, en la
cocina, en el baño, en el coche, en el ascensor… ¡Joder!, era maravilloso. Lo
que no acabo de entender, y me tiene algo desconcertado, es por qué desde hace algún
tiempo ella siempre duerme desnuda.
4. PLATOS ROTOS.
Mejor venga
otro día, hoy no hay nada que ofrecerle. Cuando llegaba mi turno siempre
escuchaba lo mismo. Con una jodida retahíla de excusas vagas e inconsistentes
me negaban el pan y la vida. Y así un día tras otro, una empresa tras otra, una
negativa tras otra. Una mañana me harté de tanta falsedad, agarré mi escopeta
de caza y apunté a aquel tipo hasta que se lo hizo encima. Sé que no tenía
culpa de nada pero alguien tenía que pagar los platos rotos. Pero no lo hice,
mi desesperación daba para eso y para más pero mi orgullo y mi dignidad pisaron
el freno otra vez. Al menos ahora tengo un techo y trabajo: soy el encargado de
planchar la ropa en la lavandería de la cárcel.
5.
EL JUGADOR NÚMERO CINCO.
En torno a una
mesa cuatro jugadores aguardan su turno. Intentan no cruzar sus miradas. Todos miran
al hombre que toma el arma con su mano izquierda y acaricia el cañón unas
cuantas veces antes de colocárselo junto en la sien. Cuando sin cerrar los ojos
aprieta el gatillo su pulso no se altera, al contrario, tanto es así que su
frialdad y seguridad en sí mismo asustan más si cabe al resto de jugadores. Es
tal la confianza que desprende que vuelve a disparar una vez más y otra hasta
que en el cargador solo queda una bala. Un sudor frío recorre las caras de sus
oponentes pero el jugador número cinco sigue impasible. Sin decir nada recoge
el dinero ganado y se marcha con cierta prisa. Los otros cuatro jugadores
comentan a su marcha que por lo visto alguien importante le espera en un cruce
de caminos.
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