Un día más Gregorio Sánchez sintió horrorizado cómo su cuerpo cambiaba. Sin poder ejecutar ningún movimiento que al menos le produjera el alivio de cambiar de postura, no recordaba cuanto tiempo llevaba tumbado boca arriba. Sus desesperados gritos pidiendo ayuda no parecían oírse. Pero no tardó mucho en aceptar su destino, es más, llegó a pensar que aquella situación no era tan desagradable, sobre todo cuando sentía ese cosquilleo desde los pies hasta la cabeza. Era una sensación extraña, indolora y hasta cierto punto placentera a pesar de la incómoda situación.
Una
mañana se escuchó un golpe fuerte y seco. Tras derribar la puerta diferentes
personas fueron llegando al lugar donde se encontraba Gregorio. Tantas personas
hablando a la vez le impedían entender lo que decían, hasta que por fin una voz
se elevó por encima de las demás:
“El
cadáver lleva en descomposición más de veinte días. Lo atestiguan las distintas
variedades de insectos necrófagos, tales como coleópteros, dípteros e
himenópteros que se han encontrado por todo el cuerpo. Tras una primera
exploración se sospecha como causa principal del fallecimiento la ingesta de
algún veneno”.
Fue
entonces cuando Gregorio supo de su condición de cadáver.
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