Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

lunes, 7 de noviembre de 2011

7 de noviembre de 2011.


Sigo navegando. Comienza un nuevo día. Pienso, que por mucho que grandes voces de todo el largo y ancho túnel del espacio y del tiempo lo pregonen, por mucho que cada día desemboquen en estas costas cibernéticas sucesos innombrables e imborrables, poco ha cambiado en la búsqueda de mi anhelada quimera: la razón.

El estado de esta procelosa mar, tiene mucho que ver con el estado de la razón, o por lo menos así lo veo. Hay días en los que el oleaje junto al viento te ayudan a seguir navegando pero también hay días en los que las borrascas me intimidan y me incitan a echar el ancla y darlo todo por perdido…Pero ahí está el alma del marinero errante, el viajero inquieto que lucha por continuar la travesía controlando la situación para no vagar a la deriva.

Mis pensamientos dan un giro al timón. Por un momento la calma lo inunda todo y puedo divagar sin miedo a perderme en el intento.

Jamás imaginé que para afianzarte en la cordura había que sumergirse tanto en la sombra. Soñé caminos que, una vez despierto, me parecen imposibles. Pura ironía este discurrir vital en apariencia sin sobresaltos. Ay de aquél que llegue a creerlo. Lo indefinido comienza a salir del misterio, se hace tangible, concreto, aunque todavía en el horizonte no se vislumbre nada. Tal vez la respuesta esté más cerca de lo que en verdad creemos. Sigo pensando que habrá que reinventarlo todo.

Hay días en los que el ruido se hace tan dueño del todo que suscita en mi la necesidad de  confundirme  en él (en un grito mudo que remueva mis tripas hasta los escondrijos del vómito).

Sigue lloviendo. Los nubarrones de esta tan ingrata manifestación de lo absurdo no dejan de abrirse paso en su propia vorágine. Insoportable es el mundo que persiste en enarbolar la mediocridad del discurso como única bandera. Entre la nefasta tempestad, las palabras volteadas por las olas destrozan la razón. Los pregoneros de verdades cuyo verdadero ropaje es la mentira naufragan en la solidez de la nada, y el tiempo, mientras tanto, se mece a cuentagotas. Me abruma hasta aburrirme la telúrica sintomatología del hartazgo propagandístico de los voceros de la política más nefasta, tan repetitiva e inconsecuente que no puedo hacer otra cosa que volver a sufrir el menoscabo del horror ya cotidiano de este sistema tan falsario. Habrá, por tanto, que seguir sufriendo la certeza inmanente al destino de reconocer que la carga cíclica del universo no cambiaría jamás.

Respiro con profundidad melancólica, avanzo hacia la plaza donde los mercaderes venden hasta lo intangible. Me sobresalta el casi atropello de un cuadrúpedo rodante lo que me hace recobrar el sentido. Es cierto, no estoy solo: me acompañan en este devenir de comienzo de semana, aquellos que transitan hacia un destino nefasto sin posibilidad alguna de escapada. Y aún así, recordé aquel profundo e inmortal aforismo que recobra hasta la esperanza más dormida (la mía): “Si supiese que el mundo termina mañana, igualmente plantaría un árbol”. Creo que fue Martin Luther King el autor de esta bella frase. Yo también querría tener un sueño...

Y en este escenario frenopático me paro junto a un portal del todo impreciso, desconocido, para intentar recobrar el rumbo (si es que alguna vez lo tuve). Es entonces cuando me sorprendo a mí mismo, profunda e instintivamente, tomado la dirección de un nuevo y esperanzado sueño de libertad.

Paró la lluvia. La luz del sol, un vez más, me cegó con una calidez dulcemente inesperada.

Vislumbrando aconteceres estacionarios, así transcurren estos días, en el espacio que va de un tiempo a otro donde siembro cada preciso instante.

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