Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

jueves, 31 de octubre de 2013

NOCHE DE DIFUNTOS.



Difuntos occisos caminan sin detenerse ante nada. Atrás dejaron sus tumbas con un propósito claro. Al principio eran solo un puñado, pero poco a poco se van haciendo más numerosos. Es noche de difuntos y han aguardado muchos años este momento. Demasiada rabia contenida, demasiada espera. Nunca creyeron tener que hacerlo. Confiaban en que algún día los vivos dignificasen su memoria. Perdida la fe han decidido hacerlo ellos.

Ya son varios miles de zombis los que se han reunido ante la puerta del templo situado en un valle. Una gran cruz levantada en piedra señala el lugar. Atraviesan la puerta y se detienen ante una tumba con un nombre grabado en oro. Un silencio sepulcral antecede al momento en el que se abalanzan sobre el cadáver que allí yace. Lo arrancan de su plácido descanso y se lo llevan. Como una santa compaña lo trasladan hasta el acantilado más alto. A cabalgar, a cabalgar hasta enterrarlos en el mar, se escucha en un frío e inquietante murmullo. Lo arrojan sobre las olas que, enfurecidas, rompen contra las rocas.

Esta noche volverán a sus tumbas perdidas con algo más de paz que antes.

Es noche de difuntos. Es noche de memorias enterradas. 

miércoles, 16 de octubre de 2013

VENDEDORES.

                                     





Dos tipos discutían acaloradamente en la calle. Se les podía ver desde mi ventana. Aunque no podía escuchar claramente cuál era el motivo de la discusión, los dos hombres de mediana edad y ataviados uno con traje oscuro y el otro con traje gris, parecía como si uno de los dos hubiera cruzado cierta frontera prohibida. Deduje que debían ser vendedores. Yo también lo era y su aspecto no era muy diferente al mío cuando me enfundaba el traje de faena.

Al cabo de unos treinta minutos uno de los dos hombres se marchó no sin dejar de hacer aspavientos con los brazos. Sonó el timbre de la puerta. Abrí. Era el hombre del traje gris. También vendía puerta a puerta. Antes de que me dijera lo que ofrecía le pegunté por la disputa. Pura competencia -me dijo-, soy pastor de una nueva religión que posee el dios que lava más blanco. Mi competidor decía que además de blanquear, el suyo, también abrillantaba. Solo trataba de demostrarle que esta zona era mía. Me entregó un librillo con todos los detalles.


Después de aquella visita sigo siendo ateo pero aproveché la ocasión para hacerle cambiar de compañía de seguros.

martes, 8 de octubre de 2013

EN DEMOLICIÓN.



Hoy se me viene el mundo encima
[y yo sin armadura]
me aplasta,
aunque no va más allá
de unas pocas contusiones.

Como un muro en demolición
me derrumbo,
quedo esparcido
en un montón de escombros.

Debo ser todo lo que no sirve
y no sirvió.

Un muñeco de trapo,
una marioneta,
una repetición de derrotas
un punto en medio de la nada.

Será por eso que hoy
 mi corazón se aloja
en el cuerpo de un donante.