Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

miércoles, 16 de octubre de 2013

VENDEDORES.

                                     





Dos tipos discutían acaloradamente en la calle. Se les podía ver desde mi ventana. Aunque no podía escuchar claramente cuál era el motivo de la discusión, los dos hombres de mediana edad y ataviados uno con traje oscuro y el otro con traje gris, parecía como si uno de los dos hubiera cruzado cierta frontera prohibida. Deduje que debían ser vendedores. Yo también lo era y su aspecto no era muy diferente al mío cuando me enfundaba el traje de faena.

Al cabo de unos treinta minutos uno de los dos hombres se marchó no sin dejar de hacer aspavientos con los brazos. Sonó el timbre de la puerta. Abrí. Era el hombre del traje gris. También vendía puerta a puerta. Antes de que me dijera lo que ofrecía le pegunté por la disputa. Pura competencia -me dijo-, soy pastor de una nueva religión que posee el dios que lava más blanco. Mi competidor decía que además de blanquear, el suyo, también abrillantaba. Solo trataba de demostrarle que esta zona era mía. Me entregó un librillo con todos los detalles.


Después de aquella visita sigo siendo ateo pero aproveché la ocasión para hacerle cambiar de compañía de seguros.

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