Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

jueves, 31 de octubre de 2013

NOCHE DE DIFUNTOS.



Difuntos occisos caminan sin detenerse ante nada. Atrás dejaron sus tumbas con un propósito claro. Al principio eran solo un puñado, pero poco a poco se van haciendo más numerosos. Es noche de difuntos y han aguardado muchos años este momento. Demasiada rabia contenida, demasiada espera. Nunca creyeron tener que hacerlo. Confiaban en que algún día los vivos dignificasen su memoria. Perdida la fe han decidido hacerlo ellos.

Ya son varios miles de zombis los que se han reunido ante la puerta del templo situado en un valle. Una gran cruz levantada en piedra señala el lugar. Atraviesan la puerta y se detienen ante una tumba con un nombre grabado en oro. Un silencio sepulcral antecede al momento en el que se abalanzan sobre el cadáver que allí yace. Lo arrancan de su plácido descanso y se lo llevan. Como una santa compaña lo trasladan hasta el acantilado más alto. A cabalgar, a cabalgar hasta enterrarlos en el mar, se escucha en un frío e inquietante murmullo. Lo arrojan sobre las olas que, enfurecidas, rompen contra las rocas.

Esta noche volverán a sus tumbas perdidas con algo más de paz que antes.

Es noche de difuntos. Es noche de memorias enterradas. 

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