Desde la Inopia nos sumamos al rechazo al CETA y a cualquier acto o movilización en su contra. Reproduzco las seis razones que argumenta EQUO en su contra a través de su eurodiputado Florent Marcellesi:
Nos enfrentamos a una profunda crisis democrática, social,
económica y ecológica. Por tanto, lo que cabe esperar de cualquier acuerdo
comercial es que sea útil para superarla. ¿Es el caso del CETA, el tratado de
comercio e inversiones que han firmado la Unión Europea (UE) y Canadá? Veamos
en detalle que nos reservaría este acuerdo —de referencia para otros tratados
comerciales como el TTIP— en caso de ser ratificado.
Primero. El secretismo y la ausencia de debate democrático
en la negociación de este acuerdo ha sido la norma. Hasta que la región de
Valonia alzara la voz, el CETA ha pasado desapercibido y la información hacia
el gran público y sus representantes directos, ya sea en el Parlamento Europeo
o nacionales (pero no hacia las grandes corporaciones), ha brillado por su
ausencia. ¿Alguien duda de que para tener un debate democrático sano y
constructivo, necesitamos luz y transparencia?
Segundo. Este “TTIP canadiense” introduce un tribunal
especial que otorga derechos exclusivos a los inversores para demandar a
países, socavando nuestros sistemas judiciales en Europa y Canadá. Según varios
expertos
legales, incluyendo la Asociación Alemana de Jueces, estos tribunales
podrían ser incompatibles con las leyes de la UE. Ante tal despropósito, Los
Verdes Europeos hemos pedido que el Tribunal Europeo de Justicia se pronuncie
sobre la posible incompatibilidad, algo que ha impedido el voto conjunto de la
Gran Coalición en el Parlamento Europeo (incluyendo PP, PSOE, C's, PNV, PD).
¿Desde cuándo unos demócratas temen la justicia europea?
El acuerdo incentivar el transporte
transatlántico, la comercialización del petróleo más sucio, el ' fracking' o
las arenas bituminosas.
Tercero. El CETA no solo no crearía ni un solo empleo, sino
que los destruirá: se estima una pérdida de 200.000 empleos en toda Europa y
más de 20.000 en Canadá. Seguiría el camino marcado por su predecesor, el TAFTA
(acuerdo de comercio entre EEUU, Canadá y México), cuya aplicación ha causado
la pérdida de un millón de empleos en EEUU. Si fuera poco, y tal como
lo
denuncian el movimiento sindical canadiense y europeo, los derechos
laborales de sindicación y negociación colectiva no aparecen firmemente
recogidos en ningún capítulo del tratado. ¿A quién le sorprendería entonces que
la Comisión de Empleo del Parlamento Europeo votara hace poco en contra del
CETA?
Cuarto. La UE ha negociado un tratado comercial con una
"lista negativa" para los servicios, algo que no había hecho nunca
antes. En pocas palabras, significa que a menos que los Gobiernos europeos
excluyeran específicamente algunos servicios, todos se abrirían automáticamente
a la competencia de proveedores extranjeros y sería muy difícil (y costoso)
para los gobiernos devolver a la gestión pública los servicios privatizados.
Después de la crisis del 2008, ¿quién en su sano juicio quiere más cláusulas de
liberalización?
Quinto. Al igual que el TTIP, el CETA es un obstáculo para
la lucha contra el cambio climático. Incentivar el transporte transatlántico,
la comercialización del petróleo más sucio, el fracking o las arenas
bituminosas, frenar la producción de energía limpia local, dar más poder a las
multinacionales energéticas y por ende aumentar de forma radical las emisiones
de CO2, va exactamente en sentido contrario al recién ratificado Acuerdo
Climático de París. ¿Alguien sigue pensando que puede haber comercio sin clima
para sostenerlo?
Sexto. Los Estados miembros y la Comisión Europea se
disponen a
sacrificar
el 90% las indicaciones geográficas a nivel europeo con denominación
de origen. Con el CETA, los consumidores no tendrían ninguna garantía que el
arroz valenciano, el vinagre de Jerez o el plátano de Canarias, hayan sido
producidos con unos criterios de calidad en el País Valenciano, en Andalucía o
en Canarias. Estos productos podrían entonces ser fabricados y plagiados en
Canadá sin que los productores españoles puedan plantear una sola queja. ¿Acaso
sabían ustedes que en Canadá ya existe la marca “Orange Valencia” lista para
competir con la naranja valenciana?
Por las razones democráticas, sociales, económicas y ecológicas
expuestas aquí, Los Verdes, y muchas organizaciones sociales, pedimos que antes
de votar en el Parlamento Europeo, el Tribunal de Justicia Europeo se pronuncie
sobre la legalidad del tribunal de arbitraje para inversores. Y si la Gran
Coalición mantiene su votación favorable en febrero en el Parlamento Europeo,
animamos a la ciudadanía a que se movilice con una llamada a todas y todos los
eurodiputados a votar en contra del CETA. Nuestro no a este acuerdo
se debe a nuestro sí a favor de otra política comercial europea respetuosa
con los derechos de las personas, la democracia y el clima. Rechacemos el CETA.
Otro comercio es posible.
Florent Marcellesi es eurodiputado de EQUO / Primavera
Europea.