Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

martes, 16 de marzo de 2010

Lo que en este momento me sale del alma.




A todos los o las que naufraguéis en este pequeño islote perdido en medio de la procelosa mar de las hondas cibernéticas, quisiera que compartierais conmigo este mensaje, encerrado en esta especie de botella "virtual", y arrojado a contracorriente, contra las olas que golpean incesantemente contra la playa cibernética en la que me encuentro inmóvil, sujeto a mi ratón y a la espera de que el azaroso oleaje traiga consigo alguna señal, por pequeña que fuera, en la que perciba que hay alguien al otro lado.
Hoy 16 de marzo de 2010, cuando tan solo quedan unos días para que acabe este largo y sufrido invierno, golpeo las teclas de mi portátil con el objetivo de trasladar a la pantalla mi más profundo sentimiento de libertad. Esa perpetua y bella proclama que va unida a la condición humana. Y tengo también la necesidad de decir, sin ánimo de resultar pedante, que amo a mi pareja por encima de todas las cosas, que mis dos hijos son, además de ser las personas más maravillosas a las que he tenido la oportunidad de conocer, la luz que alumbra mi camino.
Entre mis más sagrados valores está el intento de ejercer el compromiso de sostener e impulsar la irrefrenable necesidad de transformar aquello que me es más cercano. Amo la belleza de lo inconmensurable pero también de lo diminuto, efímero e intangible, y si bien a veces la vida me produce vértigo, sigo adelante a pesar de los obstáculos, de los vaivenes y de la imposibilidad, a veces, de rectificar los trazos que el destino me tenga guardados. A pesar de todo intento reinventarme a cada paso. Me ilusiona e impulsa sentir que todavía queda mucho por sentir, lo inesperado y la siempre más que probable posibilidad de que todo pueda cambiar a mejor. Nada despierta en mí el miedo, salvo la posibilidad de tenerlo.
No sé del todo hacia donde voy pero lo cierto es que ese es precisamente el motivo de seguir caminando, pues me reafirmo en la idea de que lo mejor está siempre por llegar.

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