Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

viernes, 28 de junio de 2013

MICROINOPIAMIENTOS DESDE LA INOPIA.


I.
Desde muy joven quise comerme el mundo como si fuera un bocadillo del mejor fiambre. Pero no me debí preparar bien, mi estómago es demasiado delicado para tragar tanta mierda, así que de arcada en arcada fui vomitando todo lo que no tenía a la belleza como ingrediente. Desde entonces ando algo famélico.

II.
Cargado con un saco de sueños me eché al camino. En cada lugar adonde llegaba me iba despojando de alguno, bien por voluntad propia o bien porque alguien me los robaba. Esto último ocurría con más frecuencia, el mundo debe estar lleno de devoradores y ladrones de sueños ajenos. Llegados a este lugar del camino en el cual me encuentro mi saco está casi vacío, pero he aprendido a sobrevivir con un par de ellos.

III.
Ella siempre me dijo que tenía que echar raíces; crear una familia, tener un trabajo fijo y bien remunerado, una casa, un coche, varias tarjetas de crédito, un televisor de plasma, un ordenador portátil, un teléfono móvil, un equipo estéreo, muchos discos compactos y también muchos libros que decorasen la gran librería que presidiera el salón. No debí entender bien el consejo de mi madre ya que siempre tuve los pies fuera del tiesto.

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