Mi psiquiatra me repite constantemente
que la vida es como una novela y que hay que transcurrir por ella capítulo a capítulo hasta
llegar al fin. Como siempre que hablamos lo escucho sin hacerle mucho caso,
hasta que por mi cabeza comenzó a sobrevolar la idea del suicidio. No voy a
explicar el por qué de tan descabellada idea pues sería demasiado extenso, tan
extenso como la novela que dice mi psiquiatra que es mi vida. Voy por el
capítulo siete, página ciento cuarenta y ocho, en pleno nudo argumental. Estoy
impaciente por saber que pasa en la siguiente página, por eso le he dicho a mi
psiquiatra que aplazaré mi suicidio, ya que según recomiendan los manuales de
narrativa debería suceder en el último capítulo. Desde entonces mi psiquiatra y
yo estamos más tranquilos.
Welcome to the Inopia.
Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.
jueves, 30 de enero de 2014
jueves, 23 de enero de 2014
DE MUJERES Y HOMBRES.
I.
Mi mujer me regaló por mi cumpleaños una
noche de hotel para dos, sin niños. Todo iba bien hasta el momento, en el que desnudos
sobre una cama deshecha y después de hacer el amor un par de veces, sin apagar la luz, como dos desconocidos, con una furia y una pasión olvidada, ella enciende
un cigarrillo y me ofrece una calada, aunque sabía perfectamente que dejé de
fumar hace años. Fue entonces cuando comenzó a hablar de sus hijos, de su trabajo, de
su vida vacía. Aunque desconcertado, la escuché en silencio. No dije nada pues quería
entender que aquello formaba parte del morbo del regalo, y que cuando regresáramos
a casa mi mujer volvería a ser la de antes.
Cuando dejamos el hotel y subimos al
coche la observé mientras se abrochaba el cinturón, entonces creí que había recuperado
a mi esposa, pero cuando llegamos a casa, y después de recoger a los niños, me
dijo que había estado con un amante y que quería el divorcio. Sigo desconcertado y sin entender nada.
II.
La mujer que, desde hace exactamente un
mes, vive con nosotros es una extraña. Juro que no la había visto en mi vida. Todo
comenzó cuando al salir de casa para ir de compras y esperar a que mi mujer, la
auténtica, subiese al coche, me llevé la sorpresa de no ser ella la que subió
si no esta otra, que ahora además de cuidar de mis hijos comparte conmigo la
cama. Al principio me resultaba algo incómodo y hasta violento, pero a medida
que fue pasando el tiempo, tanto mis hijos como yo, nos fuimos acostumbrando al
cambio. Es más, hasta empiezo a pensar que prefiero que mi mujer, la auténtica,
no vuelva jamás.
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lunes, 20 de enero de 2014
viernes, 17 de enero de 2014
SLOWLY.
La botella de ginebra estaba casi vacía
cuando ella me pidió que bailáramos. Por la ventana se veían caer los copos de
nieve, muy lentamente. Él, su marido, observaba la escena mientras acariciaba
el borde de su copa. Yo solo fui a
hablar de negocios pero terminamos bebiendo y hablando demasiado,
principalmente de unos asuntos bastante sucios, pero también de otras cosas, de
nuestra antigua amistad y de ella. Estaba a punto de marcharme cuando él puso
esa maldita canción. No nos quitaba ojo mientras apuraba su ginebra. Intenté
separarme pero ella entonces se pegaba más a mí. Cuando noté su rostro cada vez
más cerca del mío desee que la música no dejara de sonar nunca y que bailando
nos fuéramos lejos, pero nada es eterno, lo sé muy bien. La música cesó de
repente. Él seguía mirándonos, yo hacía
como que no me daba cuenta pero ella era consciente de lo que pasaba en todo
momento. Afuera seguía nevando. No debía quedar ya nada de mi rastro sobre la
nieve. Quise escuchar el sonido de los copos al caer y seguir bailando, muy
lentamente, pero creí que lo mejor era marcharme. Y eso es todo señor juez.
También puedes leerlo junto a otros estupendos micros de diversos autores en la web: http://estanochetecuento.com/slowly/
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jueves, 9 de enero de 2014
BARBANEGRA.

Durante mucho tiempo fui adicto a los chat de Internet
hasta que conocí a Madame Bovary. Ella fue mi cura pero también mi condena. En
el chat yo era Barbanegra y siempre me llamó la atención su alias. Al
principio, cuando todavía no sabía quién era,
intenté seducirla, como de costumbre, provocando su interés y
solicitando conversar en privado. No accedió hasta que me gané su confianza no
sin varios intentos fallidos. Hablábamos de todo después, claro está, de
averiguar su edad y estado civil. Una vez conseguido esto intentaba siempre
dirigir la conversación hacia el sexo. No era fácil ya que siempre se las
apañaba para hablar de otras cosas más trascendentes pero de menos interés para
mí, hasta que un día conseguí una cita a ciegas. Nos vimos en un motel de
carretera. Aunque me quedé estupefacto al comprobar que Madame Bovary era mi
esposa hicimos el amor con la fogosidad y la pasión de dos adúlteros. Durante
un tiempo seguimos viéndonos en ese motel como si fuéramos dos perfectos
desconocidos, hasta que un día me dijo a través del chat que se iba a divorciar
de su marido para casarse conmigo, con Barbanegra. No he vuelto a entrar en
ningún chat desde entonces.
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miércoles, 1 de enero de 2014
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