Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

martes, 18 de febrero de 2014

CUANDO LA RUTINA SE QUIEBRA.



Otro día más, piensa Mario al levantarse. Mario tiene 80 años y se siente cada vez más inútil, sobre todo desde la última operación de rodilla. Su enorme cuerpo pesa demasiado para tan desgastadas articulaciones. Los más de cincuenta años de trabajo en la construcción le han dejado muchas secuelas, por dentro y por fuera. Menos mal que Petra está siempre cerca, siempre pendiente. Petra es la mujer de Mario, a la que sigue queriendo tal vez por necesidad o por rutina, pero qué más da a estas alturas de la vida. Esto último lo piensa Mario a menudo. Pero últimamente trata de no pensar demasiado. Tan solo dejar pasar el tiempo y esperar.
Sí, es un día más en la vida de Mario, pero hoy la mañana  escupe un grito que se ahoga contra el silencio de una radio que no debiera estar apagada. Todavía en pijama espera a que Petra le sirva el desayuno. Pero lleva más de una hora sentado junto a la mesa de la cocina y Petra no enciende la radio, no pone a calentar la leche. Hoy no se levantó antes que él.

A la hora en la que el sol calienta con la rutinaria violencia de un día de verano, Mario todavía espera a que su mujer le sirva el desayuno, le ayude a vestirse, a asearse. Pero Petra permanece aún en la cama, en silencio. Mario seguirá esperando.



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