Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

miércoles, 26 de febrero de 2014

SUSURRANTES.



La gente volvió a salir a la calle con la cara cubierta. Cualquier método era válido siempre y cuando sus rasgos identificativos no quedaran al descubierto. Resultaba llamativo ver a todo el mundo cubriéndose la boca y hablando en voz baja, susurrando. Ocurría desde el último carnaval. Al día siguiente del entierro de la sardina fueron solo unos pocos, hasta que el temor se fue extendiendo y todos asumieron que aquello era la única forma de poder salir de casa con cierta intimidad.

En aquella ciudad era como si el carnaval no hubiera acabado nunca. Ataviados con máscaras y antifaces sus habitantes parecían estar siempre de fiesta. Pero los motivos eran muy distintos. Desde que multiplicaron por mil el número de cámaras instaladas por todas las calles ningún rincón quedó libre de ser espiado. Esto al principio no causó tanta alarma como saber que detrás de las cámaras había policías entrenados en la lectura de los labios, y a aquella ambigua ley que proclamaba: “Cualquier cosa que digas podrá ser utilizada en tu contra”, pues a partir de entonces los habitantes de aquella ciudad siempre estaban bajo sospecha.




No hay comentarios:

Publicar un comentario