Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

martes, 10 de mayo de 2011

A modo de homenaje...


En Madrid, hoy 10 de mayo de 2011, se ha marchado para siempre Ramón Fernández Durán, que a tantos  y tantas cosas bien hizo...

Sirva de pequeño homenaje lo aparecido hoy en la edición digital del periódico Diagonal.es (http://www.diagonalperiodico.net/):


MUERE EL PENSADOR Y MILITANTE ECOLOGISTA RAMÓN FERNÁNDEZ DURÁN.

El pensador y miembro de Ecologistas en Acción ha dejado este mundo, como él quería, reinvindicando el derecho a una muerte digna, y sin sufrimiento. Este texto rescata su mirada lúcida entre los cascotes del muro de Berlín.

Cuando el muro de Berlín cayó bajo los martillazos de la gente, cansada de vivir en la asfixia del socialismo forzoso, Ramón se paseaba por la ciudad en bicicleta. La gente entraba en los concesionarios de coches y las tiendas de occidente para ver si aquello era real, para mirar sin derecho de compra los lujos que ofrecía el otro lado del telón. Mientras la ciudad vivía en un estado de excitación, y unos pocos se manifestaban para tratar de denunciar las vergüenzas de la sociedad de consumo, buena parte de la izquierda se preguntaba, agrupados en células, cómo había podido ocurrir aquello. Era demasiado tarde, el Mercedes de Ceausescu se había quedado sin gasolina antes de llegar a los pirineos, y el motor ya venía gripado en Bucarest, vía Moscú.

De la descomposición que se produjo alrededor de la falta de respuestas, pocos, muy pocos, podían decir que la resaca no les había afectado. Ramón era uno. Desde el movimiento ecologista había apostado por una autonomía que no debía nada a nadie, que se construía en una forma de ser, y de estar, que no era complaciente con mitos ni líderes, tampoco con consignas ni panfletos. A través del pensamiento, el conocimiento, y la palabra, construir colectivamente un tiempo de vida y de luchas alejado de la lógica destructiva del capital, “una partida de cartas que se juega desde hace milenios”, decía él en uno de sus primeros libros.

La forma de estar no era una cuestión menor. Acostumbrados a discursos autocomplacientes, y grupos políticos más preocupados por el marketing de empresa que el activismo social, Ramón se presentaba desde la complicidad. Una forma de respirar colectivamente que se construía desde el plano de lo común, de la cooperación, y de los procesos constituyentes. A través de las reivindicaciones ecologistas, de las denuncias contra la barbarie del capital y la globalización, o de las luchas por los derechos de ciudadanía. En cualquiera de los estadios posibles su presencia era una garantía de cordura y encuentro.

Gracias a él, vivir en este Madrid de muros, billetes, explosiones, tsunamis, injusticias, y ladrillos era mucho más llevadero

Sus libros, sus textos, sus intervenciones en público o en privado, eran siempre una aportación precisa desde la que aventurar los escenarios del conflicto. Consciente de lo difícil que era “romper la dinámica demencial del capital”, también lo era de “saber si eso es posible”. Pero entre resignarse e intentarlo, Ramón eligió lo segundo, y gracias a él, vivir en este Madrid de muros, billetes, explosiones, tsunamis, injusticias, y ladrillos era mucho más llevadero.

Hace tiempo Ramón decidió marcharse. La necesidad de vivir con dignidad era su opción política en la lucha contra una enfermedad que pretendía quitarle la palabra. Eligió hacer de ese proceso un encuentro colectivo, desde el cariño y la reivindicación, desde los espacios comunes y los afectos. Y su voz se escuchó más alta que nunca, con mayor fuerza que todos los gritos imaginables, porque Ramón supo que para la “transformación total de la sociedad” sólo se podía caminar de la mano, con pasos cortos, con alegría, y buena voluntad.

Ramón nos avisó para que tuviéramos los ojos bien abiertos, para que cuando se caiga el muro de la vergüenza que encierra este modelo social, en la fiesta de la victoria, esta vez sin engañosos escaparates, él estuviera con nosotros, con la elegancia que le caracterizaba, como hizo tantas veces.

Desde el cariño.

Al que se suma este humilde bloguero, pero también desde la admiración que suscitan personas, como Ramón Fernández Durán,  cuyo pensamiento y reflexiones han ido siempre ligadas a su proceder vital.




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