Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

jueves, 19 de diciembre de 2013

CINCO MICRORELATOS.




1.       EN RACHA.

Puede que mañana lo mandara todo al carajo, pero hoy no, más cuando la buena suerte parecía estar de su parte. Con tres ases y una escalera de color en las dos últimas partidas creía haber empezado por fin su buena racha y necesitaba dinero, necesitaba ganar más partidas, necesitaba la compañía del buen fario un poco más, no podía abandonarle ahora que la suerte le había tomado de la mano.
Del póker paso al blackjack, luego a los dados… La noche iba viento en popa por lo que decidió probar fortuna con la ruleta rusa. Giró el cargador aproximando el cañón a su cabeza, contó hasta tres y apretó el gatillo. Su dinero y su vida apostados a una sola bala. Quizás fuera hoy...

2. SIN NINGÚN ATISBO DE ARREPENTIMIENTO.

Quizás mañana cuando el mañana no existe es el peor de los insultos, le dijo al tipo que le sirvió un menú compuesto de caviar ruso y mousse de pato. Había pedido también champagne francés y una botella de Imperial Gran Reserva del 2004. Pero estas dos últimas cosas no habían sido concedidas. Mientras comía no trataba de pensar en nada, pero era imposible no masticar pasados, presentes y futuros junto al mousse de pato. Toda una vida digerida en una última comida antes del punto y final. Sus últimos pensamientos mientras comía fueron para el tipo que se cruzó en su camino en un momento inoportuno. Y ahora estaba aquí, en la celda 128, degustando un exquisito manjar sin ningún atisbo de arrepentimiento.

3. ELLA DUERME DESNUDA.

Estoy cansada, anda duérmete cariño. Eso fue lo que me dijo antes de girarse en la cama y darme la espalda. Me quedé mirando al techo como casi siempre. Lo malo es que a oscuras no se ve un carajo. No podía dormirme así que decidí soñar despierto. Soñaba que era joven y que la mujer que dormía a mi lado también lo era. Y que hacíamos el amor en la cama, en el sofá, en la cocina, en el baño, en el coche, en el ascensor… ¡Joder!, era maravilloso. Lo que no acabo de entender, y me tiene algo desconcertado, es por qué desde hace algún tiempo ella siempre duerme desnuda.

4. PLATOS ROTOS.

Mejor venga otro día, hoy no hay nada que ofrecerle. Cuando llegaba mi turno siempre escuchaba lo mismo. Con una jodida retahíla de excusas vagas e inconsistentes me negaban el pan y la vida. Y así un día tras otro, una empresa tras otra, una negativa tras otra. Una mañana me harté de tanta falsedad, agarré mi escopeta de caza y apunté a aquel tipo hasta que se lo hizo encima. Sé que no tenía culpa de nada pero alguien tenía que pagar los platos rotos. Pero no lo hice, mi desesperación daba para eso y para más pero mi orgullo y mi dignidad pisaron el freno otra vez. Al menos ahora tengo un techo y trabajo: soy el encargado de planchar la ropa en la lavandería de la cárcel.

5. EL JUGADOR NÚMERO CINCO.

En torno a una mesa cuatro jugadores aguardan su turno. Intentan no cruzar sus miradas. Todos miran al hombre que toma el arma con su mano izquierda y acaricia el cañón unas cuantas veces antes de colocárselo junto en la sien. Cuando sin cerrar los ojos aprieta el gatillo su pulso no se altera, al contrario, tanto es así que su frialdad y seguridad en sí mismo asustan más si cabe al resto de jugadores. Es tal la confianza que desprende que vuelve a disparar una vez más y otra hasta que en el cargador solo queda una bala. Un sudor frío recorre las caras de sus oponentes pero el jugador número cinco sigue impasible. Sin decir nada recoge el dinero ganado y se marcha con cierta prisa. Los otros cuatro jugadores comentan a su marcha que por lo visto alguien importante le espera en un cruce de caminos.


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