Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

lunes, 23 de diciembre de 2013

ESPÍRITU NAVIDEÑO.


No maldigo la Navidad porque sí, solo que hoy es martes veinticuatro de diciembre y sigo sin saber nada de ti. Tampoco odio a mi familia, es solo que no estoy acostumbrado a verlos durante tanto tiempo y desde ayer convivo con okupas. Su compañía acentúa mi incompatibilidad familiar profundizando aún más si cabe mi sensación de desarraigo. Y no es que me acongoje esa sensación, porque desentendido desde hace tiempo de todo sentido de la responsabilidad, al menos puedo agradecerle a la jodida Navidad que me recuerde todo lo que aborrezco. Tampoco es que sea un proscrito social, es tan solo que ya hay demasiado sentimiento artificial para andar amando sin conocimiento, así que prefiero abrazar la soledad.
Inmerso en una catarsis febril, escribo bajo el aire acondicionado, en pleno diciembre, con un gramo de paracetamol en digestión, sintiendo el acompasado ritmo de mi músculo torácico y entregado por completo al consecuente delirio. Bajo esta perspectiva solo necesito dos cosas: la última foto que te tomé desnuda, sin que tú lo supieras, y un bourbon con hielo. Al mirar la foto creo recordar que la cámara con la que fue tomada era un regalo tuyo por Navidad.



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