Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

lunes, 28 de marzo de 2016

LLUEVE.



Llueve mansamente y sin parar. Llueve sin ganas. Llueve perezosamente una lluvia fina que lagrimea sobre los cristales de la ventana por donde Mario escudriña el tiempo cada mañana. Mario tiene 80 años y se siente cada vez más inútil, sobre todo desde la última operación de rodilla. Su enorme cuerpo y sus más de cincuenta años de trabajo en la construcción castigan sin piedad sus articulaciones, por no hablar de otras secuelas, de esas que no se ven. Menos mal que Petra está siempre cerca, siempre pendiente. Petra es la mujer de Mario, a la que sigue queriendo tal vez por necesidad, por rutina o porque el verdadero amor, el que perdura, debiera ser así. Tan solo cariño y compañía, no hace falta más para estar siempre juntos. Mario se agarra con fuerza a estos pensamientos que últimamente recorren su cabeza mientras observa la lluvia a través de los cristales, aunque últimamente trate de no pensar demasiado, tan solo dejar pasar el tiempo y esperar.

Todavía en pijama, Mario, aguarda a que Petra le sirva el desayuno. Pero lleva más de una hora sentado junto a la mesa de la cocina y Petra no enciende la radio, no pone a calentar la leche. Hoy no se levantó antes que él. La mañana se vuelve entonces más gris que nunca cuando parece escupir un grito que se ahoga contra el silencio de una radio que no debiera estar apagada.


Golpea ahora la lluvia los cristales con más fuerza. Mario todavía espera a que su mujer le sirva el desayuno, lo ayude a vestirse, a asearse. Pero Petra permanece aún en la cama, en silencio. Mario seguirá esperando, sin ganas pero con la infinita paciencia de siempre.

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