Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

lunes, 5 de abril de 2010


Como el hombre de negro que camina sobre un mar de nubes, de Caspar David Friedrich, dando la espalda a quien le contempla, a veces me surge la necesidad de hacer lo mismo. Dar la espalda a todo lo infame y maldito de este mundo y contemplar obnubilado solamente lo sublime de la belleza. Eso tan subjetivo y abstracto que nos eriza la piel y nos faltan palabras para describir lo indescriptible.
Porque la realidad es tan cruda a veces, o cocida, precocinada o más bien recalentada mil veces, que lo único que, sensatamente, cabe proceder es darle la espalda y continuar eperando a que aquella pelota que lanzamos al aire cuando éramos niños caiga, de nuevo, al suelo.

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