Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

jueves, 18 de noviembre de 2010

No nos olvidemos de Haití.

Abandono
“Una mujer yace desnuda en una calle próxima a un hospital de enfermos de cólera en la capital de Puerto Príncipe”, es lo que reza el pie de foto que acompaña a esta terrible imagen aparecida hoy en el diario El país. Más que una mujer parece una niña, o una adolescente, qué más da. Parece indiferente, como lo es para los transeúntes que pasan junto a su cuerpo. El verbo yacer parece demasiado suave para describir la situación en la que se encuentra esta joven (dejémoslo ahí) pues más que yacer lo que está es tirada, arrojada contra el suelo en la desesperación y el abandono que sufren todos los seres invisibles que habitan el llamado tercer mundo. Sin nombre ni apellidos nos hemos acostumbrado a contemplar sus figuras desvalidas en los telediarios y periódicos y, a fuerza de verlos, pareciese que forman parte de la cotidianidad, como si de las noticias deportivas se tratase. Digerimos el hambre, las tragedias, las guerras y los asesinatos como si fueran parte del menú. Nos hemos vuelto insensibles, cómodamente insensibles (confortably numb que diría Roger Waters).

Una joven yace desnuda en plena calle de la capital de Haití, el cólera la ha derribado, la ha despojado hasta de sus ropas, no sabemos si está muerta aunque sus ojos están abiertos. Parce que nos mirara con esas miradas que son una daga, un cuchillo que se nos lanza no contra el alma si no al mismísimo centro de nuestras vísceras, donde enviamos estas imágenes para que no dañen ni nuestro cerebro ni nuestra razón y no lleguen a alterar ni un ápice de nuestra presunta sensibilidad. 

Una joven yace sin ropa en plena calle como una apestada, como un trozo de basura contagioso. Seguramente, más tarde la recogerán como si de eso se tratase, de basura. Acabará en una fosa común cubierta de cal o en un crematorio. Pasará a la lista de las miles de víctimas que cada día completan las frías estadísticas de los muertos sin nombre. Hoy es el cólera, ayer un terremoto, mañana una guerra, pasado un huracán…

Como nos recuerda cada día Forges en sus viñetas: Aunque conviene no dejar de reír por todas las cosas buenas que también tiene este mundo…pero no te olvides de Haití.

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