Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

lunes, 29 de noviembre de 2010

Cuaderno de bitácora de un navegante cibernético. (homenaje a la Ciudad Invisible II).

Abandono las dársenas de mi último y virtual puerto. No miro hacia atrás. Mi periplo debe continuar sin rumbo fijo. Tras varias jornadas sin divisar nada que altere mi incansable ímpetu por descubrir nuevos territorios y envuelto en una calma “chicha”-que estaba empezando a contagiarme hasta tal punto que mi cabeza comenzaba a reflejar los inconfundibles signos con los que se nos presenta el sueño- de pronto, las turbulentas aguas azotan mi PC de proa a popa. Sujeto con firmeza al ratón me dispongo a clickear hacia más allá de lo desconocido. No recuerdo si fue una imagen, un sonido lo que llamó mi atención e hizo que me encaramara a lo más alto del palo mayor de mi ordenador para encontrar alguna respuesta a tal sobresalto, pero lo cierto que allí, desde lo más alto, la procelosa mar de las ondas cibernéticas se presenta ante mi ojos de una manera más comprensible.

Cuando uno se adentra en tales aguas, tan profundas y desconocidas, no queda otra posibilidad que navegar a contracorriente aunque te lleven por los rincones más deleznables del espacio-tiempo. A mi alrededor, toda una sarta de obstáculos creados para entorpecer el camino hacia mi utópico destino, intentan siempre hacerme alejar del verdadero espíritu de esta singladura. Pero tengo muy claro, que únicamente tomando el rumbo hacia territorios desconocidos y sin más ley que la que marcan estas aguas tan eléctricas -habitadas por seres que dejan sus inconfundibles vestigios tan procelosos y cibernéticos como las aguas que los cobijan- podré siquiera aproximarme a mi anhelado destino.

Mis coordenadas apuntan hacia esos lugares, y aunque, poco me gusta amarrar en ellos, es necesario que de vez en cuando, algún marinero de aguas agridulces introduzca su nick allí. Puedo dar fe, que este mundo, al que doy día a día constantes vueltas, es avanzado en muchos aspectos, por eso pienso que sólo investigando, cómo sobreviven los seres que lo habitan podré obtener la respuesta del porqué de su vigencia.

Pues mi intención es, entre otras, desestabilizar el pensamiento único que rige la vida de estas redes llenas de complejos. Introducir en ellas, la idea "revolucionaria", por ejemplo, de que el hecho de ser libre no garantiza tu libertad. Que el mal existe en cada una de las acciones destructivas ejecutadas siempre por humanos contra humanos, que los cromosomas que definen el sexo o el color de la piel no son amenazas y que la estupidez no es una epidemia incurable (o tal vez sí).

Difícil periplo, lo sé, en el que debo cambiar, no sólo el aspecto de un paisaje, sino también el aire electromagnético que lo mantiene vivo. Mi apuesta reside en sembrar ejemplo. Haré uso de la experiencia que dan los años y los errores cometidos para demostrar con buenos argumentos que incluso si los genios del pasado se equivocaban a veces en sus rutas vitales, como no hemos de equivocarnos nosotros, herederos de su sabiduría, pero torpes ejecutores de la misma. Quizás este mundo cibernético, tan real e imaginado a la vez, nos de alguna pista de cómo cambiar el rumbo de toda una generación.

Continúo con mi viaje. En las bodegas de mi PC transporto los mega bites que hacen falta, para sembrar estas aguas cibernéticas con nuevas brisas. Vientos eléctricos que consigan despertar a sus habitantes de ese letargo obsoleto en el que andan sumidos desde el principio de los tiempos.

Una vez más como explorador de lo tangible e intangible sigo, mientras tanto, buscando a mi querida, anhelada e invisible Utopía, porque en ella y solo en ella se concentran mis quiméricos anhelos…







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