Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Fascismo.

Vuelvo a la prensa, ojeo las portadas de los periódicos, me adentro en sus páginas. Uno tras otro voy leyendo titulares, noticias internacionales, nacionales, locales y tengo que hacer un esfuerzo para no caer en una depresión transitoria, que solo se pasa cuando cierro de golpe el periódico (virtual). Reflexiono una vez más sobre lo visto y leído y acabo llegando al mismo lugar de siempre: el fascismo está entre nosotros, nunca se fue, sigue estando ahí, impregnándolo todo. Contagiándonos a todos como una verdadera plaga. Fascismo renovado, con nuevo formato adaptado al siglo XXI.

Y aunque por muy actual y poderoso que sea todavía en muchos países, el viejo fascismo ya no supone un riesgo, un problema, una amenaza pues se está instalando un fascismo de nuevo cuño que en comparación con el cual el antiguo quedará reducido a una mera reseña histórica. Este fascismo es mucho más peligroso. No es tan fácil de identificar y por lo tanto de enfrentarnos a él. No dispone de figuras a modo de líder lanzando proclamas, discursos, dictando, ejecutando, oprimiendo. En lugar de establecer políticas y economías de guerra, este nuevo fascismo se viste con unos ropajes totalmente nuevos. A modo de camuflaje utiliza el disfraz paternalista del “todo sea (o todo vale) por la seguridad mundial”. Se establecen así alianzas internacionales, se llevan a cabo protocolos y tratados, se endurecen las leyes y se aumenta el número de policías, de controles. Todo vale si es por el bien de “nuestra seguridad”.

El neofascismo al que me refiero se propaga, silencioso, lento pero seguro. Se instala en cada uno de nosotros, ciudadanos aterrorizados y educados hábilmente para la obediencia, como una eficaz anestesia que nos impida ver con claridad lo que está pasando. Porque para que el neofascismo sea realmente eficaz necesita de seres anestesiados, embriagados de miedo, de terror e instalados en la esquizofrenia de la amenaza constante. Y es así, como al final nos convertimos en unos pequeños fascistas. Cada uno de nosotros con nuestros pequeños miedos, nuestras angustias, inseguridades y cobardías. Así, pues “(…) el mayor enemigo, el adversario estratégico (la oposición a sus otros enemigos es más un compromiso táctico): es el fascismo. Y no sólo el fascismo histórico de Hitler y Mussolini -quienes tan bien supieron movilizar y utilizar el deseo de las masas- sino también el fascismo que se halla dentro de todos nosotros, dentro de nuestras cabezas y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, desear aquello mismo que nos domina y nos explota”***

Porque este neofascismo necesita de nosotros, microfascistas cuya misión es la de aplacar cualquier gesto, acción o palabra discordante en nuestras calles, en nuestros barrios, en nuestras ciudades. Nos estamos convirtiendo, sin querer, en guardianes del totalitarismo más brutal e implacable que jamás haya existido, ese que nunca dejo de estar pero que se ha adaptado a los nuevos tiempos sin problema y que se desenvuelve en ellos como pez en el agua, o más concretamente como tiburón. Nos ha convertido en una especie de policías y jueces internos, y esto es más eficaz que cualquier ministro del Interior o de Justicia, no causándonos ningún problema moral o ético señalar con el dedo a todo aquello que no se corresponde con lo políticamente correcto según los cánones de esta renovada ideología. Juzgamos y dictamos sentencia basándonos en nuestros propios miedos. La razón ha muerto, ha sido atropellada por el deseo. El deseo nos nubla el juicio. El deseo de acabar con todo lo que nos perturbe el actual estado de cosas (¿estado del bienestar?). Se acabaron diferencias notables entre socialismo y fascismo vs socialdemocracia y neoliberalismo. Todo es igual, todo está al servicio del neofascismo.

Quizás ante este desolador panorama la sociedad civil deba (debamos) buscar el antídoto adecuado. Emanciparse de este poder intimidatorio y represor, vacunarse contra la intolerancia, el miedo a lo diferente, a lo de fuera. Cargar la mente de cada ciudadano con argumentos y utilizar la inteligencia como arma para decir basta. Porque frente al marketing político la acción política como estrategia parece el único remedio, al menos, capaz de combatir de igual a igual. “(…) Este arte de vivir, contrario a todas las formas de fascismo, estén presentes o a punto de aparecer, se acompaña de cierto número de principios esenciales, que resumiría de la manera siguiente si debiera hacer de esta gran obra un manual o una guía para la vida cotidiana:

Liberad la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante. Desarrollad la acción, el pensamiento y los deseos por proliferación, yuxtaposición y disyunción, no por subdivisión o jerarquización piramidal. Libraos de las viejas categorías de lo Negativo (la ley, el límite, la castración, la falta, la laguna) que el pensamiento occidental ha considerado durante tanto tiempo sagradas como forma de poder y modo de acceso a la realidad. Preferid lo positivo y lo múltiple, la diferencia a la uniformidad, los flujos a las unidades, los dispositivos móviles a los sistemas. Considerad que lo productivo no es sedentario sino nómada.

No penséis que haya que estar triste para ser un militante, aun cuando lo que se combata sea abominable. Es la conexión entre el deseo y la realidad (y no su retirada hacia las formas de la representación) lo que posee fuerza revolucionaria. No utilicéis el pensamiento para basar una práctica política en la Verdad; ni la acción política para desacreditar una línea de pensamiento como si ésta no fuera más que especulación pura. Utilizad la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el análisis como multiplicador de las formas y los ámbitos de intervención de la acción política”***.

Cierro todas las webs abiertas que me lanzan una y otra noticia a la cual más desoladora: lo mal que está la economía, guerras, catástrofes, terrorismo ambiental, muertes, hambre, corrupción, tráfico de influencias, estupideces de todo tipo casi siempre soltadas sin reparo por algún político… Creo que lo único que vale la pena leer son los artículos de opinión. Sean cual sean las ideologías de sus interlocutores al menos están cargados de argumentos… por cierto, ¿a los políticos les enseñarán algún día el arte de la dialéctica?

***Fragmentos del Prólogo de Foucault al Anti-Edipo de Deleuze y Félix Guattari.




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