Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

viernes, 17 de diciembre de 2010

Paseo por los jardines impresionistas.

Sigo navegando. La procelosa mar de las ondas cibernéticas amaneció hoy en calma. Será quizás porque estas aguas por las que surca mi navío, digo mi PC, no son de bravura conocida. Pareciera que estuvieran tomadas por completo por una calma chicha que me suscita un extraño y a la vez bienvenido placer. Será sin duda que el ser viernes me hace estar necesitado de una navegación agradable y placentera, sin preocupaciones ni avistamientos de tierras hostiles que provoquen necesarias y combativas reflexiones.

Por lo tanto, hoy no será necesario sujetarse al timón, digo al ratón, con la fuerza de otras ocasiones para no desviarse ni un milímetro de la ruta trazada. Plegaré velas y me dispondré a abordar cualquier barco amigo que me invite a subir a cubierta.

Veo a lo lejos un barco que cuando realizo las maniobras de aproximación descubro ante mis ojos que es un gran galeón – el lujo de sus formas así me lo hace pensar-. No sin antes anunciarme, me invita a dar un agradable paseo por su interior.

Sobre las paredes que separan los múltiples camarotes cuelgan antiguas pinturas de viejos maestros. En un recorrido pausado contemplo obras impresionistas cuyos motivos pictóricos son los jardines. Obras de Manet, Monet, Pissarro, Renoir, Sisley, Caillebotte o Berthe Morisot decoran con inigualable belleza el interior del barco. 

Mis ojos se deleitan ante lo que ven y mi mente permanece en calma. Algo que necesitaba después de tanto navegar contracorriente.

                    












Abandono la contemplación de las obras de arte y sigo con mi periplo. De momento seguiré el curso de estas aguas amigas y apacibles. Quizás vuelva en el momento más inesperado la tormenta que torne las aguas de nuevo bravías, pero hasta que eso llegue seguiré disfrutando de esta paz tan deseada.

Galeón abordado:
www.museothyssen.org

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