Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Navidades.


Estamos a las puertas de unas nuevas navidades, aunque algún gran centro comercial nos intente hacer creer que llegaron ya hace unas semanas. Comenzó la vorágine comercial pero también los buenos deseos, el ser feliz, y si no parecerlo, por obligación, etc. Esto hace que se nos olvide que estas fiestas son sobre todo religiosas, aunque muchos intenten disfrazarlas de tradición cultural, familiar, social… Se conmemora el nacimiento de Cristo al igual que en semana santa se conmemora la muerte del mismo. Otra cosa es el año nuevo y los reyes magos. En el primero, fiesta pagana y no ligada a ninguna confesión en concreto aunque en nuestra cultura occidental el calendario empezara a contar los años a partir del nacimiento de Jesús de Nazaret. En el segundo, solo en ciertos países, lo que hacemos en agarrarnos a un hecho sin demasiada trascendencia desde el punto de vista religioso para seguir gastando dinero en regalos. Y esto es así queramos o no, como lo es en días como San Valentín, días del padre, la madre y santos varios…

Pero aún haciendo acopio reflexivo de todas estas consideraciones, lo cierto es que desde un punto de vista aconfesional estas fechas traen consigo cierto “espíritu” sensible cargado de nostalgia y recuerdos. Porque creo que si a pesar de no ser creyente, sigo reuniéndome con familiares a cenar el día de Nochebuena es porque, de alguna forma, me invade cierto sentimiento infantil lleno de inocencia pueril que me causa un placer reconfortante. De igual modo me ocurre el día de reyes. Es como no querer abandonar del todo la niñez. La ilusión, la magia, el ver a toda la familia reunida. No sé, uno se vuelve niño durante estas fechas. Y es eso lo único que, en mi caso, me empuja a seguir participando de las navidades. Volver a ser un niño de nuevo.

Conste también que no soy un postmoderno que opta por la pose de estar en contra de las navidades como eso, como una pose de cara a la galería. No estoy ni en contra ni a favor, que cada cual haga lo que le venga en gana (faltaría más) pero dejémonos de hipocresías y admitamos lo evidente: la navidad es una fiesta religiosa de tradición cristiana. Lo demás son máscaras con las que intentamos cubrir quizás lo que nos da vergüenza admitir. Yo, en mi caso, volveré a ser un niño otro año más.

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