Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

martes, 21 de diciembre de 2010

21 de diciembre de 2010, último día de otoño.

En este periplo imaginario a través de la procelosa mar cibernética uno tiene la sensación, a veces, de no encontrarse en un mundo tan distinto al real. Es verdad, que este universo digital no es otra cosa que una creación (más bien diría yo recreación) humana y por lo tanto no deja de ser una imitación de su naturaleza (la humana). Pues tras los miles de millones de imágenes y textos no se esconde otra cosa que otro intento fallido de mejorar el plano físico. De alcanzar la utopía por un lado y por el contrario acabar con cualquier atisbo de insurrección. Lucha de clases, de intereses contrapuestos que transitan por direcciones enfrentadas con las irremediables e infinitas colisiones que esto provoca.

Porque en este mundo electromagnético todo es infinito. Imposible de cuantificar y de, menos mal, controlar. Por muchos intentos que haya en esta dirección la contraria siempre pone de por medio algún antídoto capaz de frenar esta irrefrenable corriente de libertad y pensamientos autónomos. Aquí valdría decir eso de piensa por ti mismo y llévalo al mundo virtual de la red, donde la únicas fronteras son las que imponen los límites de la creatividad y la inteligencia.

Por tanto, más allá de los innumerables intentos de controlar esta procelosa mar cibernética se esconde otro objetivo, si cabe, más sibilino y maquiavélico que no es otro que el de colonizar, como ya se hizo en otros tiempos lejanos más allá de la vieja Europa, estas aguas tan ricas en imaginación y rebeldía. Algo que de ninguna manera se debería consentir.

Sigo navegando. Mi viaje más allá de lo espacio-temporal no acaba más que comenzar. Sé que encontraré muchas dársenas donde al anclar mi intangible velero recibiré más de lo que puedo dar. Como también se que debo andar con cuidado pues, como en tierra, en estos mares tan inhóspitos no es oro todo lo que reluce. Aunque no lo llamaré miedo si debo mantener ciertas distancias que me separen de los peligros y riesgos que me aguardan en tan singular viaje pues espero encontrar algún día, no muy lejano, algún atisbo de esperanza que me de ese empujoncito de ánimo que se necesita para no cejar en el empeño de seguir buscando la tan anhelada utopía. Como a exploradores de otros tiempos no me falta arrojo para ello, aunque tal atrevimiento me lleve a transitar, muy a mi pesar, por lugares cercanos a todo lo contrario.

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