Welcome to the Inopia.

Más allá de Orión, la Puerta de Tanhauser, los Cerros de Úbeda, la cara oculta de la luna, Babia y más lejos todavía de donde Cristo perdió el gorro andan a la deriva, o más bien naufragan, mis pensamientos y reflexiones sobre las más que recalentada realidad que nos abrasa todos los días. Por eso, cuando todo se emborrona y pareciera que nada tiene sentido, me exilio en la Inopia, lugar donde encuentro el hilo de Ariadna al que agarrarme si quiero encontrar la salida del laberinto.


Sitio desnuclearizado

lunes, 24 de enero de 2011

La plaga del incivismo.


No por cumplir más años y hacerme cada vez un poco más viejo se me quitan las ganas de revelarme frente a lo que considero faltas de respeto al prójimo, cara dura o desvergüenza puestas en escena por parte de un sector de la ciudadanía que empieza a ser muy numeroso (esto es lo preocupante del asunto) y del que, desgraciadamente, cada vez tenemos más constancia. No tengo muy claro todavía si el problema está en mí por no saber adaptarme a los nuevos usos y tiempos, o si lo es de éstos por ser particularmente grotescos, zafios y preocupantemente insolidarios.

No me referiré aquí a situaciones relacionadas con problemas de un corte social más profundo, pues son múltiples, variadas y seguramente más complejas, por lo que merecen, creo, otro tipo de análisis. Más bien me referiré a pequeños hechos cotidianos con los que convivimos a diario pero que no por no ser pequeñas “anécdotas” dejan de ser un fiel reflejo de en lo que nos estamos convirtiendo. Me explico.

No hace mucho me enfrasqué en una discusión con una madre por que ésta había aparcado su vehículo nada menos que en el paso de peatones que une la salida de un colegio con la acera opuesta. Este hecho, además, ocurrió cuando habían acabado las clases y los niños y niñas junto a sus padres se disponían a intentar cruzar la calle por dicho paso de peatones. La muy “enfadada” madre (sí, si encima se enfadó) “argumentaba” en su defensa que no había otro sitio donde aparcar más cerca, que llegaba tarde a recoger a su hija y que se podía pasar perfectamente entre su vehículo y los de ambos lados. No sólo no pedía disculpas y no retiraba su coche (pudiendo alegar cualquier excusa) sino que además, con elocuentes gestos de bravuconería y muy expresivos alaridos, se alejaba de la escena del “crimen” con paso rápido hacia la búsqueda de su pobre hijita… En otra ocasión la enfurecida “víctima” (porque no es casual que se sientan ellas las víctimas) fue una paseante y, supongo, dueña de un perro que ante la indiferencia de la misma soltó la cagada en medio de una acera. Esto podría ser un hecho normal ya que se entiende que los perros no avisan cuando necesitan hacer sus deposiciones, pero lo de nuevo escandaloso y alarmante fue que la señora, no sólo no recogió la caca sino que también recurrió al ataque con insultos y algún que otro rebuzno ante mi lógica queja. No puedo dejar tampoco de contar la, diría yo maniática, costumbre de caminar por donde no se debe. Me refiero en esta ocasión a la "manía" (que quiero pensar que se debe en su mayoría a la falta de cultura al respecto) de transitar como peatones por donde solo pueden circular bicicletas. Quien tenga costumbre de moverse en bici por la ciudad seguro que habrá tenido algún que otro altercado con algún peatón o peatones que como si con ellos no fuese la cosa, caminan tranquilamente por mitad de un carril bici. Es verdad que algunos ante el paso de la bici y el prudente aviso se apartan, piden disculpas y se cambian a la acera, pero otros, que no son pocos, no solo no se apartan sino que además te insultan…

Pero éstos aun siendo ejemplos abundantes de incivismo y mala educación con los que nos podemos topar cualquiera no son los únicos, como ya os podéis imaginar y según la experiencia de cada cual se podrían enumerar cientos de ellos, pero por dejar constancia de una pequeña muestra añadamos a los dos enunciados anteriormente los que se producen en los campos de fútbol infantil cuando hay partido. No hay sábado que no escuche más de un sonoro improperio contra el árbitro y contra los jugadores del otro equipo (en ocasiones hasta contra los del suyo propio). La cosa ha llegado a veces (esto todavía no he tenido la mala fortuna de contemplarlo), según me han contado, al enfrentamiento (eso sí sin llegar a las manos todavía y que se sepa) entre los padres de un equipo y del otro. ¡Tengamos en cuenta que estoy hablando de fútbol infantil de “barrio”!. También se podrían sumar a esta infame lista de actos incívicos la suciedad que se extiende a lo largo y ancho de nuestras aceras, la violenta y agresiva transformación que sufren algunos conductores al ponerse al volante de su vehículo, los ruidos innecesarios que se provocan sin venir a cuento bajo la única aparente razón de pasárselo bien, etc. En fin, verdadera plaga el despliegue que se podría enumerar de ejemplos de incivismo. Desde luego si queremos exigir con el ejemplo a nuestros gobernantes mejores maneras y actuaciones nos estamos despojando de autoridad moral para ello, porque no olvidemos que los que "mandan" no son más que el reflejo fiel de a quienes representan.
Como decía al principio puede que la culpa sea mía por no entender lo tiempos que corren, o por ser demasiado intransigente y poco tolerante con la idiotez y la ignorancia en la que cada vez más sumido anda el personal, pero lo cierto es que no dejo de sentir vergüenza ajena y enfado constante ante el bochorno que supone contemplar a diario tanta muestra de zafiedad colectiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario